fb.    in.    be.    pt.

Un nombre de cuento: Gure Toki

Queridos Curiosos,

“Gure Toki”: esas son las palabras que se leen junto al antiguo y oxidado buzón colocado a la entrada de la finca, sobre el muro de piedra gris. Abro la puerta, me están esperando. El paseo hasta la casa está flanqueado por guardianes de rostro verde y amable que susurran historias antiguas entre sus tupidas ramas. Plantados allí desde el inicio de los tiempos, guardan los secretos de aquel hogar, aquellos que ya ni los hombres y sus libros pueden recordar. La casa está rodeada de un jardín asilvestrado que la primavera pinta de colores nuevos, brillantes. Los insectos, en plena labor, zumban de un lado para otro polinizando aquí y allá mientras un colibrí forastero, llegado de no se sabe dónde, sacia su curiosidad libando entre las coloridas flores que encuentra.

 

Franqueo la puerta y me adentro en la casa de piedra. Hay casas cuyo aroma es el de un hogar feliz. Es un aroma que nada tiene que ver con el lujo o la riqueza, sino con el cariño que allí se percibe. Es una sensación que te saluda al poner el primer pie dentro y que reside en todo lo que allí habita. Todo allí está dispuesto según el orden del cariño, listo para contarte una pequeña parte de la historia de aquel lugar. La mesa del salón baja donde tantos pies han descansado, los gastados sofás de las placenteras siestas, los libros olvidados en las estanterías que sólo el forastero mira, las fotos enmarcadas llenas de niños que hablan de un amor que permanece entre unos rostros que se transforman por el paso del tiempo. Y entre todos ellos, allí, en el centro de la mesa, un álbum cerrado en cuyo lomo están escritas en oro las palabras del nombre que encontré en la entrada: Gure Toki.

 

Pido permiso a mi anfitrión para abrirlo y allí encuentro el sentido de todo lo que siento, de ese “nombre” escrito en un idioma extraño para mí. El significado se intuye entre las imágenes de una historia que cuenta los primeros tiempos de una familia, tiempos aquellos en los que los muros estaban todavía frescos y los días llenos de encantamiento, futuro e ilusión. Son fotos de niños correteando, de carretillas con piedras que se amontonan, de preocupados padres recientes, de felices abuelos, de celebraciones primeras. Es una historia que comienza y que yo veo como un cuento. La historia de un hogar con un nombre misterioso: “Gure Toki: nuestro rincón”. A veces hay nombres que verdaderamente significan lo que son.

 

Podría haberos contado que ayer comimos con unos amigos y que su casa me gustó mucho, pero he preferido contároslo de otra manera. El breve texto que he escrito va más allá de lo que vi para contar parte de lo que sentí. La bonita realidad puede ser convertida en bella por la palabra. Las palabras convierten a lugares y personas en mágicos. ¿Existirá entonces la magia? Unos dirán que no existe, que nada existe si no se puede ver ni tocar, que esas son cosas de niños. Curioso que sean cosas de niños, ¿no?. Otros, los que nos resistimos a jubilar al niño que llevamos dentro, creemos que sí, que la fantasía, la forma de contar las historias, escribir (aunque sea de una forma tan doméstica como la que escribe un servidor) es lo que convierte una deliciosa comida entre amigos

en una mesa de madera en un cuento bello que todos quieren vivir. Por eso me gustan tanto los cuentos. Los cuentos embellecen la realidad, rompen los límites de lo que vemos para adentrarnos en los mundos de lo posible, de lo que imaginamos.

 

Esa es la razón fundamental por la que me apasioné leyendo “El señor de los anillos” hace tantos años. La historia me hizo viajar a lugares donde jamás podré llegar en avión y que son extraordinarios en el pleno sentido de la palabra. Gastamos dinero en billetes de low cost, nos dejamos cachear, sufrimos aglomeraciones, colas, camareros antipáticos e inclementes climas para conocer nuevos lugares. Y sin embargo sentarnos en una terraza y leer nos parece un rollo. Nos olvidamos que leyendo encontramos lugares que no pueden siquiera construirse con piedras ni ladrillos, personajes que nos encantaría conocer, aventuras que nos gustaría vivir e incluso, a veces, hasta a nosotros mismos. Eso es lo que yo encontré en ese viaje de largas horas entre las páginas de esos tres gruesos tomos.

 

Soy Luis, hijo de Luis y Carmen, pero hoy voy a ir más allá. Soy el colibrí curioso y vuelo en un precioso jardín encantado. ¿Quiénes sois vosotros y dónde os encontráis?

 

Un abrazo,

El Colibrí Curioso

Post a comment: